Partiendo de la base de que el derecho a la comunicación es un derecho humano fundamental, creo que es indispensable una Ley de Radiodifusión de la Democracia que reemplace a la 22.258 de la Dictadura, impuesta por un decreto de Jorge Videla. Tenemos una ley muy vieja y obsoleta con más de 25 años de arrastre.
Uno de los principales derechos del hombre es, sin duda, el de la libertad de expresión, más aún en un sistema democrático donde el ejercicio del derecho a estar informado es universal. Cuando no hay democracia, nada más y nada menos que el “derecho a la vida” parece que lo ostentan sólo las minorías. Pero esto ya es cosa del pasado, o debería serlo.
Es posible que muchos desconozcan que la nueva ley viene tratándose hace cinco años mediante foros de discusión, difusión y debate en todo el país, donde ha participado mucha gente que no debe ser menoscavada ni soslayada por los detractores a la medida. Digo esto porque una cosa es opinar de sus pro y sus contra, y otra muy distinta es apelar a la mentira, la falsedad o el engaño mediante afirmaciones como que tal o cual radio desaparecerá, o tal o cual tema no se podrá escuchar más, cosa que sí era propia de la Dictadura y no de este Gobierno que ya ha demostrado claramente su política de defensa de los derechos humanos.
Seamos serios: si unos pocos controlan la información -como ocurre hace años con el grupo Clarín o Cadena 3- la democracia se ve diezmada, al menos en el sentido de los canales para obtener información, y no es que uno los elige, porque en cierta manera se te imponen. Un ejemplo claro es lo que ocurre con las FM del interior, donde llegan cadenas como la 100 a ofrecerle su programación a una radio local, y en poco tiempo la termina absorviendo. De esta forma, termina prevaleciendo el mentado monopolio, sobre la emisora que elabora contenidos locales, comprometidos con su lugar.
En este sentido, la nueva ley insiste mucho en el pluralismo informativo como garantía de los derechos, y señala también el hecho de la promoción de la diversidad en el marco de la igualdad.
Y vuelvo a otro ejemplo de los grandes canales de tevé cuando vienen a Villa Allende o a Río Ceballos a relevar un hecho noticioso y sólo pasan en un minuto lo que aconteció. La contratara de eso es la radio local o el diario regional que sigue el caso en profundidad y con lujo de detalle, pero sin la lógica receptividad masiva de una gran canal de televisión.
El grupo Clarín captó 264 empresas desde su existencia. Lisa y llanamente defecó sobre la libertad de prensa cuando -cito un ejemplo bien cordobés- al aparecer Hoy Día Córdoba o La Mañana de Córdoba, pergeñó el lanzamiento de Día a Día. La economía de esas dos empresas tambaleó seriamente, con achicamiento de personal inclusive, cuando la maquinaria corporativa del Grupo Clarín puso de su millonaria fortuna para imponerse en el mercado informativo de Córdoba.
Puede que la razón fundamental por la cual estos concentrados grupos económicos se opongan a la Ley de Radiodifusión, es porque ven peligrar sus constantes “colonizaciones comerciales”. El lucro no debería ser el único objetivo de la industria de la información, porque sus contenidos tendrán ese mero fin, o apuntarán a la obtención de rating para la captación de pautas, o se achicarán a cambio de publicidad bajo la ecuación “a mayor pauta, menor contenido”.
Además, la ley que se quiere aprobar garantiza el pluralismo -aspecto un tanto sesgado en los grandes medios- en todos los sentidos, por caso exhorta a que los pueblos originarios sean partícipes necesarios, y de esta manera no quedan fuera importantes sectores sociales, cobrando gran relevancia las radios y canales comunitarios comprometidos con sus ciudades que, con la actual ley, tienen marcos regulatorios que atentan y discriminan su manera de expresarse. Y lo ejemplifico: “Si vivo en La Calera, prefiero levantarme y escuchar en la radio de mi ciudad qué sucede en el municipio, cómo está el tránsito, que actividad deportiva o cultural habrá, etc., en vez de que me impongan oir noticias de Córdoba o Buenos Aires.
Por último, mis críticas al Gobierno nacional: en principio no fue bien visto adelantar las elecciones legislativas, porque derivó en descalificar al actual Congreso que tiene la legitimidad y la legalidad para sancionar esta ley. También creo que la pelea explícita que plantea el kirchnerismo con Clarín es como darse una patada a sí mismo. No está bien visto que quienes levantan la bandera de la tolerancia y de la defensa de los derechos humanos permanentemente, agiten contra un sector -cualquiera que sea- de la prensa. Y un último aspecto que lamento -en este caso por mi tarea como director de un medio gráfico regional con casi 17 años de trayectoria- es que no se nos haya involucrado en esta ley a los medios escritos quienes, de alguna manera, nos sentimos discriminados.
Más allá de esto, estoy de acuerdo con que se apruebe esta nueva Ley de Medios y creo que los comunicadores tenemos un papel clave en cómo divulgamos esta cuestión, que debe hacerse en el ámbito de la responsabilidad y el conocimiento de lo que se expresa. Ojalá podamos avizorar y comprender el gran abanico de oportunidades que se nos abren. Ojalá esta ley venga a garantizar la tan mentada igualdad de oportunidades.
Uno de los principales derechos del hombre es, sin duda, el de la libertad de expresión, más aún en un sistema democrático donde el ejercicio del derecho a estar informado es universal. Cuando no hay democracia, nada más y nada menos que el “derecho a la vida” parece que lo ostentan sólo las minorías. Pero esto ya es cosa del pasado, o debería serlo.
Es posible que muchos desconozcan que la nueva ley viene tratándose hace cinco años mediante foros de discusión, difusión y debate en todo el país, donde ha participado mucha gente que no debe ser menoscavada ni soslayada por los detractores a la medida. Digo esto porque una cosa es opinar de sus pro y sus contra, y otra muy distinta es apelar a la mentira, la falsedad o el engaño mediante afirmaciones como que tal o cual radio desaparecerá, o tal o cual tema no se podrá escuchar más, cosa que sí era propia de la Dictadura y no de este Gobierno que ya ha demostrado claramente su política de defensa de los derechos humanos.
Seamos serios: si unos pocos controlan la información -como ocurre hace años con el grupo Clarín o Cadena 3- la democracia se ve diezmada, al menos en el sentido de los canales para obtener información, y no es que uno los elige, porque en cierta manera se te imponen. Un ejemplo claro es lo que ocurre con las FM del interior, donde llegan cadenas como la 100 a ofrecerle su programación a una radio local, y en poco tiempo la termina absorviendo. De esta forma, termina prevaleciendo el mentado monopolio, sobre la emisora que elabora contenidos locales, comprometidos con su lugar.
En este sentido, la nueva ley insiste mucho en el pluralismo informativo como garantía de los derechos, y señala también el hecho de la promoción de la diversidad en el marco de la igualdad.
Y vuelvo a otro ejemplo de los grandes canales de tevé cuando vienen a Villa Allende o a Río Ceballos a relevar un hecho noticioso y sólo pasan en un minuto lo que aconteció. La contratara de eso es la radio local o el diario regional que sigue el caso en profundidad y con lujo de detalle, pero sin la lógica receptividad masiva de una gran canal de televisión.
El grupo Clarín captó 264 empresas desde su existencia. Lisa y llanamente defecó sobre la libertad de prensa cuando -cito un ejemplo bien cordobés- al aparecer Hoy Día Córdoba o La Mañana de Córdoba, pergeñó el lanzamiento de Día a Día. La economía de esas dos empresas tambaleó seriamente, con achicamiento de personal inclusive, cuando la maquinaria corporativa del Grupo Clarín puso de su millonaria fortuna para imponerse en el mercado informativo de Córdoba.
Puede que la razón fundamental por la cual estos concentrados grupos económicos se opongan a la Ley de Radiodifusión, es porque ven peligrar sus constantes “colonizaciones comerciales”. El lucro no debería ser el único objetivo de la industria de la información, porque sus contenidos tendrán ese mero fin, o apuntarán a la obtención de rating para la captación de pautas, o se achicarán a cambio de publicidad bajo la ecuación “a mayor pauta, menor contenido”.
Además, la ley que se quiere aprobar garantiza el pluralismo -aspecto un tanto sesgado en los grandes medios- en todos los sentidos, por caso exhorta a que los pueblos originarios sean partícipes necesarios, y de esta manera no quedan fuera importantes sectores sociales, cobrando gran relevancia las radios y canales comunitarios comprometidos con sus ciudades que, con la actual ley, tienen marcos regulatorios que atentan y discriminan su manera de expresarse. Y lo ejemplifico: “Si vivo en La Calera, prefiero levantarme y escuchar en la radio de mi ciudad qué sucede en el municipio, cómo está el tránsito, que actividad deportiva o cultural habrá, etc., en vez de que me impongan oir noticias de Córdoba o Buenos Aires.
Por último, mis críticas al Gobierno nacional: en principio no fue bien visto adelantar las elecciones legislativas, porque derivó en descalificar al actual Congreso que tiene la legitimidad y la legalidad para sancionar esta ley. También creo que la pelea explícita que plantea el kirchnerismo con Clarín es como darse una patada a sí mismo. No está bien visto que quienes levantan la bandera de la tolerancia y de la defensa de los derechos humanos permanentemente, agiten contra un sector -cualquiera que sea- de la prensa. Y un último aspecto que lamento -en este caso por mi tarea como director de un medio gráfico regional con casi 17 años de trayectoria- es que no se nos haya involucrado en esta ley a los medios escritos quienes, de alguna manera, nos sentimos discriminados.
Más allá de esto, estoy de acuerdo con que se apruebe esta nueva Ley de Medios y creo que los comunicadores tenemos un papel clave en cómo divulgamos esta cuestión, que debe hacerse en el ámbito de la responsabilidad y el conocimiento de lo que se expresa. Ojalá podamos avizorar y comprender el gran abanico de oportunidades que se nos abren. Ojalá esta ley venga a garantizar la tan mentada igualdad de oportunidades.