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30.10.08

OPINION: "Vivir en democracia, en libertad y en paz"


En 1983, lo fundamental era eliminar el autoritarismo y encontrar los modos auténticos de representación de la voluntad ciudadana fundada en la solidaridad.

Raúl Alfonsín condujo un cambio que inclusive sus peores opositores no pueden negar. A pesar de los dos grandes problemas que enfrentó, por un lado, la consolidación del sistema democrático, su difusión hacia todos los ámbitos de la sociedad y el papel de las Fuerzas Armadas; y por el otro, la inflación y la crisis de la deuda externa como condicionantes de las acciones de gobierno. El gobierno radical tenía detrás de sí una fuerza nueva: la civilidad. Se había elegido construir un Estado de Derecho, al cual los poderes corporativos debían someterse para consolidar un sistema político que resolviera los conflictos de una manera pacífica, transparente y equitativa. Los jóvenes de 1983 cantábamos “somos la vida, somos la paz”. Más que una consigna, esa era la síntesis de nuestros sueños: no sufrir más persecuciones, vivir en democracia, en libertad y en paz. Pensábamos e integrábamos un proyecto colectivo. Lo fundamental era eliminar el autoritarismo y encontrar los modos auténticos de representación de la voluntad ciudadana fundada en la solidaridad. Y, aunque ahora parezca ingenuo, ese deseo propendió a la libertad de expresión y de opinión, encaminada a una sociedad de participación, pluralista, con rechazo a los dogmatismos. Realizar un programa de alfabetización masiva, el Congreso Pedagógico y eliminar la censura en las actividades artísticas. Hacer profundas transformaciones en la universidad y en el sistema científico. Crear espacios de promoción de los derechos de género y de la infancia. Facilitar la vuelta del exilio de los intelectuales. En el campo de las relaciones individuales, promulgar la ley de divorcio vincular y la patria potestad compartida. Para las relaciones exteriores, promover una política coherente de acercamiento a los países en vías de desarrollo, y de madurez y respeto con los desarrollados, en la mejor tradición de convivencia internacional “los hombres sean sagrados para los hombres como los pueblos son sagrados para los pueblos”. También la integración regional, constituyendo el Mercosur. La condena a las juntas militares. Sin embargo, la democracia llegaba a un país con una larga tradición de gobiernos militares que habían impuesto el terrorismo de Estado y, también, llevado a la guerra. En ese sentido, y por las características que tuvo, la condena a las juntas militares realizada por un gobierno democrático constituyó un hecho sin precedentes en el mundo, que contrastó fuertemente con las transiciones negociadas que tuvieron lugar en aquellos años en Uruguay, Chile, Brasil, España, Portugal y Sudáfrica. Así, cuando el año pasado una sentencia judicial, coincidente con la voluntad legislativa, declara la inconstitucionalidad de los indultos, o meses pasados reciben su sentencia los genocidas –a pesar de que la medida les llega en el final de sus vidas–, se reafirma el compromiso general de seguir luchando por la verdad, la justicia y la memoria. A 25 años de ese 30 de octubre emblemático, es nuevamente la búsqueda obsesiva de consensos que nos transmite Raúl Alfonsín, el camino que debe tomar una sociedad cada día más compleja. Hoy, autoritarismo. El ejercicio autoritario del poder que impone el matrimonio presidencial debilita las instituciones, genera inseguridad jurídica y, consecuentemente, extenúa la capacidad de desarrollo de la Nación en su conjunto. Es el momento de que la acción política sea motorizada por liderazgos de pacificación, con la fuerza y la capacidad de solución de los problemas, y sobre la base de una unión para gobernar. Esta nueva crisis necesita respuestas políticas. Con respecto a la institucionalidad y entre diferentes fuerzas políticas vigorosas, pero bajo el manto de coincidencias programáticas que pueden ser libremente discutidas y decididas por las partes, se han cimentado fuertes concertaciones en el mundo. La Argentina exige una actitud positiva para establecer políticas públicas inclusivas en función de las necesidades del conjunto y el respeto a los recursos naturales, para progresar frente a los desafíos que nos impone la globalización. Como cuando en aquellos oscuros años de desvalor humano, reclamábamos por la vida y la paz. Como cuando reflexionamos sobre los errores o desmanejos. Como cuando imaginamos un país donde se dialogara y compartiera. Hoy es tiempo de más democracia.

Por Gerardo Morales Senador. Titular Comité Nacional UCR para www.lavoz.com.ar

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